Monday, April 02, 2007

JorgeLuisBorjesBorges


Como ser humano soy una especie de antología de contradicciones,
de gaffes, de errores, pero tengo sentido ético.
Esto no quiere decir que yo obre mejor que otros,
sino simplemente que trato de obrar bien y no espero castigo ni recompensa.
Que soy, digamos, insignificante, es decir, indigno de dos cosas.
El cielo y el infierno me quedan muy grandes.
Que el cielo exista, aunque nuestro lugar sea el infierno.
José Luís Borges


Llega José Luís Borges al Burdel, acompañado de tangos que nos recuerdan su natal Argentina; se sienta en la mesa del fondo preparado con papel y pluma para musitarles algunos cuentos a nuestras señoritas de Avigñon, que siempre ansiosas de una buena conversación corren a rodearlo para estar atentas a su suave voz, lo mismo les habla en inglés que en francés, en latín o en alemán y ellas no pueden perder la oportunidad.
Pues mientras nuestros arrabaleros se admiran del Aleph que han encontrado debajo de la escalera que da al privado, en donde además de ver el mar, la mañana, la tarde, la gente de América, las pirámides, Londres, espejos, las calles de la ciudad donde vivía, desiertos y cada uno de sus granos de arena, un cáncer, cada letra de cada página de cada libro, el día y la noche, su propio dormitorio, el Mar Caspio, sombras, animales, Cartas de Beatriz a Carlos, su sangre, el amor y la muerte, su cara, su cuerpo, etc. descubrieron dos que tres botellas, un cuadro de Dalí, un toro y una mujer sin rostro.
Del otro lado de la rocola se encuentran los Inmortales que atravesaron el Tártaro para llegar hasta aquí, y que no temen al calor de las copas amenazar con la vida eterna.
Y entre laberintos infinitos, filósofos contemplativos y animales fantásticos, acorralamos este Burdel en el que Las mil y una noches comienzan a quitar sus velos.